Montar a Lottie por turnos se nos hacía a las cuatro un poco cuesta arriba. Por eso, cuando nos dijeron que Beauty, la yegua negra, estaría pronto en venta y apta para montarla en septiembre u octubre entramos en una espiral que desembocó en un deseo casi irrefrenable de que fuera nuestra. Tenía el tamaño perfecto para todos y, aunque su vida no había sido fácil por lo que tenía problemas de confianza, sentí que nuestra familia la necesitaba tanto como nosotros a ella. Pero no era una decisión fácil, tener un segundo caballo ya era pasarse un poco de frenada y tenia que ser una decisión muy meditada y acertada. Nos dieron todo el verano para pensároslo y mientras tanto podríamos interactuar con ella tanto como quisiéramos. Muy poquito a poco iba dejándose querer. Vivía en el mismo campo que Lottie así que era fácil pasar tiempo con ella. Tiempo, siempre intervenido por la potra, que reclamaba todos lo mimos y las atenciones para ella. La potra se llamaba Bam Bam.
En junio también llevé a mis chicos del trabajo a Isle of Wight. Creo que nunca he dicho que mi trabajo, y toda mi vida ahora, es cuidar de otros. Nunca antes, dando tanto, había necesitado menos. Nunca antes me he sentido más afortunada y feliz por la vida que tengo. En aquellos días, trabajando sin descanso, agotada, lejos de mi familia, me di cuenta de que cada paso de mi vida hasta ese momento, me habían llevado a ser la persona que soñaba ser y, como un mantra, la frase de Nikos Karazantzakis "No espero nada, no temo nada, soy libre". Nunca antes he sido más libre.
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