sábado, 8 de marzo de 2014

Tres meses siendo cinco






































Me arrastra el tiempo como si fuese por un río imposible de controlar, de detener y de vez en cuando me precipito por alguna cascada cuando miro el reloj o el calendario, pero el agua sigue arrastrándome. He optado por dejarme llevar, por dejar de intentar asirme a algo y observar el paisaje sin lamentarme por lo que dejo atrás, mirando adelante, siempre adelante con David y mis niños como guía.

Gael es ya todo un muchachito. Es increíblemente guapo, tremendamente inteligente y difícil. Muy difícil a veces. Batallan sus dos yoes. Uno es dulce, curioso y adorable. El otro hiere. Y ahí andamos cada día pasando de una a otra cara, impresionados con su ingenio y su talento y exasperados con su rebeldía y sus provocaciones. Tiene un dominio asombroso del lenguaje y ya lee. Mi niño lee genial y comienza a escribir bastante bien también. Sigue jugando al fútbol con la misma gracia que el primer día, es decir, ninguna. En el fútbol le surge un nuevo yo. Un tercero que podría hacerse pasar con perfección por el hombre invisible. El trota, sólo trota de un lado a otro siguiendo al pelotón que persigue el balón y si le llega el esférico a los pies se aparta para que venga otro a cogerlo, de su equipo o del contrario, lo mismo da. De hecho a veces creo que ni siquiera tiene muy claro cuál es cuál. Ni le importa.
Es el niño más dulce del mundo con Elsa y un discípulo de barrabás con Naia, a la que pincha, provoca, fastidia cuantas más veces al día mejor. Y ella siempre le perdona.
Pasarán meses, años, pero sé que vencerán la claridad, la bondad y la magia que anuncia el agua de sus ojos.

Naia cumplió ayer tres años y el regalo fue ella con su alegría, con su ilusión, con su sonrisa imborrable diciendo grrrracias mamá por prepararme el cumpleaños. Naia sobrepronuncia la erre y dice grrracias o perrrdón. Dos palabras que no para de repetir y que la mayoría de nosotros tarda mucho en aprender, si es que llegamos a hacerlo y a ser conscientes de su importancia. Ella lo dice de verdad, de corazón porque es sencillamente un milagro de niña. Es tan graciosa, tan sorprendente y tan lista que no me extraña que todo el mundo se enamore de ella. No es amor de madre, es que ella es distinta y tiene la capacidad de volverlo todo felicidad. Es coqueta, adicta el rosa y sus consecuencias en forma de princesas, unicornios, hadas y fantasía que ella mejora siempre con sus dones. Y dice consciente de su certeza Todo el mundo me quiere, papá y mamá y el abuelo y la abuela Merce y la abuela Marga la panadera y los colores, el rosa y el azul y los pájaros. Toooodos me quieren. Y es verdad, es todo verdad porque es imposible no quererla. Habla increíblemente bien a sus tres años y su lenguaje crece cada día y lo utiliza con exquisita precisión, pero a veces se lía y es aún más adorable. Ayer jugaba con los perros, cerró la puerta del salón y decía entre risas y vueltas de princesa mirando al cielo Bienvenidos amigos, grrracias por venir a mi cumpleaños, os consiento a mi fiesta. Consiente mi niña, si ella supiese lo afortunados que somos por cada gesto, palabra, mirada suya. También conjuga el verbo ser con una genialidad nunca vista. Ella no dice Soy grande dice Ero grrrande. ¿Se puede ser más bonita?
Qué suerte tenerla en mi vida, qué felicidad.

Elsa tiene una fuerza impresionante, en su diminuto cuerpecito y en sus ojos. Estuvo malita y tuvimos que ingresarla con solo doce días. Ahí se ganó el título de Pequeña fruncidora. Fruncía su ceñito sin parar mi pequeña, se preocupaba, estaba nerviosa y flojita y yo me moría de pena. Pero me dio una lección y se curó pronto y desde entonces no ha parado de crecer y hacerse aún más fuerte. Elsa será exploradora, buscará la verdad y sus enigmas, cruzará los siete mares y cambiará la vida de aquellos que tengan la suerte formar parte de su camino. Levanta la cabeza buscando, analizando, queriendo fijar cada cosa en su retina, mantiene erguida su espaldita gira a un lado y a otro y estira las piernas para pisar, notar, ser parte ya de este mundo. Y de pronto se ríe, provocadora, encantadora, absolutamente irresistible y te habla au, bau, ajooo y te derrites. Yo me derrito siempre, cuando ríe, cuando mueve sus piernitas y sus bracitos con emoción, cuando tiene mucho sueño y llora y le caen lágrimas como esos ríos que me llevan directa a querer dedicar todo mi tiempo a ellos, sólo a ellos. No perderme nada nunca más.

Vuelvo con ellos, a nadar en sus aguas pero dejo un rastro de fotos en las que bucear y navegar directamente a nuestras vidas.