viernes, 10 de junio de 2011

El zagal



Gael está cambiando, el día que su abuelo le dijo -Tú ya no eres un niño, tu ya eres un zagal ("fagal" en versión gaélica)- se transformó. Es increíble lo mucho que nos cambia a veces una simple palabra. Ahora él asume que ya no puede hacer cosas de bebés o de niños chicos y cuando flojea el zagalismo y se lo haces saber, cambia enseguida para hacer honor a su estatus aunque tenga que renunciar incluso al chantaje que esté haciendo en ese momento. Pero este zagal sigue desprendiendo amor por cada milímetro de su perfecto cuerpecito, afortunadamente eso no cambia, y sigue regalándonos besos y abrazos por doquier y diciéndonos a cada momento que nos quiere mucho. Mágicas palabras. Y la máxima expresión de su amor ocurrió anoche cuando le dijo a su hermana -Ay Nayita, te quiero pero supermuchísimo-. Fue un momento inolvidable, tanto como su primera excursión a la granja escuela. Aún no tengo fotos, pero se lo pasó genial, hizo rosquillas, acarició a los animalitos y montó en pony. Cuando bajó del autobús no nos contó nada, pero en los días sucesivos nos ha ido contando sus aventuras en la granja y por las noches sube a nuestra cama porque dice que le ha picado el gallo de su habitación. Dónde metería la mano.
En septiembre comenzará el cole, otro gran cambio, otro gran momento, otra prueba para él y para nosotros. Gael se hace mayor y yo cada día estoy más orgullosa del niño maravilloso en que se está convirtiendo. Es maravilloso este fagal.

martes, 7 de junio de 2011

Tres meses de alegría













Naia ha descubierto su dedo, que chupa con auténtica devoción y en esta última semana también ha descubierto su voz y se pasa el día adornando nuestras vidas con una suerte de grititos, gemiditos y ajos que se nos cae la baba. Es la niña más alegre, luminosa y simpática de este mundo y siempre, absolutamente siempre, tiene una sonrisa para sus papás. Llora únicamente cuando se siente solita o si tiene mucho sueño y no consigue dormirse, pero incluso cuando llora es dulce, amable, absolutamente adorable, parece que todo ese genio que parecía asomar los primeros días ha quedado disuelto en un algodoncito de azúcar, almibarado y delicioso que se llama Naia. Hasta parece que cuando la cojo, me abraza y yo me muero de amor porque jamás imaginé que podría experimentar de nuevo un amor tan puro e inconmensurable como el que siento por Gael. Incluso Gael dice que quiere más a Naia que a papá y a mamá. Le entiendo.
Estos tres meses se me están haciendo mínimos y ahora, que me quedan sólo 20 días de disfrutar de ella en exclusiva, se me parte el alma al pensar que no podré dedicarle todo mi tiempo. Porque estos días ya no volverán y de verdad que cada día tengo más claro que jamás habrá nada que me haga más feliz que dedicar mi tiempo a mis niños. Pero asumo que la vida es así y lo acepto. Tal vez llegue el día en que no les necesite tanto. Mientras tanto cada uno de mis días, de mis horas, cada gota de mis energías serán por y para ellos porque no encuentro nada mejor en lo que invertir mi vida ni nada más hermoso a lo que dedicarse.