sábado, 11 de febrero de 2012

Adiós al bebé






Cada día, ese niño pequeño que se dejaba mecer, abrazar y besar, esa pequeña criatura tierna que pedía tetete y se volvía loco por una papapa, está más lejos. Ya es mayor, ya se fue, casi del todo, mi bebé, aunque sé que detrás de todas esas cosas que le hacen parecer mayor, aún puedo encontrarle.
Hoy, después de mucho tiempo, hemos comido lo mismo que aquel día en el fuimos al hospital porque Gael debía nacer. Ya han pasado casi cuatro años y me parece increíble. Maneja el ordenador con más soltura que yo, habla como un loro mentirosillo con una fantasía desbordante. Es tajante, muy tajante en sus ideas y voluntades, caprichoso a veces hasta el extremo y otras sorprendentemente generoso.
Y lo más grande para él en este mundo es su padre. Por encima de todas las cosas, lo que más feliz le hace es pasar el tiempo con él. Y David -entre niños se entienden- encantado.
A mi me ha tocado el papel de madre bruja que le obliga a comer, a bañarse, a dormir... Que le dice esto no, y esto tampoco. Y él recurre a su papi que inventa para él historias disparatadas que acaban con su rabia y con su pena.
Cuando les veo hablando, casi de igual a igual, me imagino cómo será cuando él sea padre y pienso que entonces, detrás quizás de las canas y de los años, le veré como si él fuese su propio hijo, y al tiempo en su versión adulta, convertido en su padre. Y detrás de ambos a mi bebé, que me descubrió que lo más hermoso de la vida y la auténtica felicidad empezaba cuando nació.

martes, 7 de febrero de 2012

Así es Naia










Come hasta la última miga de sus aspitos y se chupa uno a uno sus dedos. Luego termina su generosa ración de puré y un yogur de postre. Nos miramos satisfechas. Así da gusto.
Ya desde la tripa sabía yo de su buen comer, de su adorable carácter y de su, en ocasiones, volcánico genio. Esos ataquitos iracundos en los que chilla como si le fuese en ello la vida y luego acaba todo en una sonrisa y un hola de donde nace toda la alegría de este mundo.
Lo sabía todo de ella, su manera de mirar, su olor, el color de sus ojos y la manera exacta de tocarme y quererme. Sabía cómo serían nuestros abrazos, qué canciones le cantaría y cómo le acariciaría su pelito mientras mama.
Pero de todas las cosas que sabía e imaginaba me quedaba corta ante esa manera increíble que tiene de hacerme feliz.
El factor sorpresa ha sido ser aún más maravillosa de como la imaginaba y lo asombrosamente vaga que es. No hay dios que la haga gatear. La sientas, porque sola aún no sabe o no quiere, y ahí se queda como una reina hasta que decide explorar. Entonces comienza a culear, a estirar una pierna, luego la otra, hasta que consigue moverse y va así, despacito, sin separar su trasero del suelo, y alcanza su objetivo. Si cae para atrás ya no se mueve. Si la pones boca abajo en posición de gateo, llora y no para hasta que no consigue darse la vuelta. Creo que no será tampoco ella gimnasta. Aunque nunca se sabe. Tampoco le gusta ponerse de pie, se pone de puntillas y entonces hay que dejarla porque le podemos hacer daño en sus piecitos. Y de vuelta el culo al suelo, como a ella le gusta.
Eso sí, aunque aún no sale de su Hola, su papá y su No ta/ta, descubriendo con sus manos su carita, proque Mamá parece que se le ha olvidado, se pega unas parrafadas increíbles consigo misma en clave de Taahtahaha thahah taha babama tataba papapatatateta. Será conferenciante.
Será la más linda, la más especial.
La niña de mis ojos.