domingo, 4 de mayo de 2014

El día de la madre






























Todos duermen y yo aprovecho los pocos minutos que tengo libres al día para escribirles.
Hoy es el día de la madre, una de esas fechas marcadas en el calendario para asuntos más comerciales que familiares, pero que es una excusa tan buena como otra cualquiera para querernos, disfrutarnos, vivirnos.
Ya volví al trabajo. Hace dos semanas tuve que dejar a mi pequeña y la verdad es que se me rompió un poco el corazón. Es tan chiquitita aún y nos necesitamos tanto… tengo la sensación cuando vuelvo a casa de que me he perdido algo importante, de que todo ese tiempo que paso sin ella me corresponde, que no hay derecho a que tengamos que prescindir la una de la otra tan pronto y que desde luego, nadie me va a devolver ninguno de esos minutos, que se convierten en horas, que acaban siendo días.
Nuestra vida de familia numerosa está siendo agotadora y hay momentos en los que la casa parece una batalla campal, llena de cosas tiradas, rotas, gritos, heridos, llantos… Recoges todo con amor, pones orden en ese maravilloso caos pero en tan solo unas horas, de nuevo trabajas, compras, cocinas, bañas, tiendes, abrazas, vistes, peinas y comienza todo de nuevo, un día tras otro. Y ellos creciendo, haciéndose mayores. Gael, cada día más guapo y más listo y más petardo. Vive en una queja continua. Da igual lo que haya, lo que venga, donde vaya o lo que coma. No importa que sea lunes o sábado, que comamos, carne, pescado o pasta, si el cielo es azul, o tiene nubes, o llueve, ni si la camiseta es roja, con o sin estampado, el pantalón largo o corto, o si es invierno, primavera u otoño. Él se quejará, siempre, sin parar. Llorará y soltará su “No queríaaaa…” y eso ya lo resume e incluye todo. Es realmente desesperante a veces, pero se le pasará.
Naia sigue siendo algo del otro mundo. Mi padre la llamó Bendición del Universo. Yo no hubiese encontrado una descripción mejor. Ella es la Alegría con mayúsculas. Tiene una gracia, una ternura y una inteligencia fuera de lo común y cada instante con ella es un auténtico regalo; el mejor que alguien pudiera recibir jamás. Continúa haciendo sus bailes tronchantes en los que da vueltas y vueltas con los ojos virolos mientras grita “Soy libreeeeee”. Y luego viene corriendo, te abraza y te espeta “Eres mi mejor amiga” o cuando ve algo dulce, dice ella aún más dulce “Ayyy, qué monoooo”. Y le gusta todo lo rosa y brillante y se pinta los labios con cualquier cosa y dice “Ya tengo sirena” mirándose, remirándose, sintiéndose preciosa. Habla y habla sin parar, en delirantes discursos en los que hila que te hila las palabras con sorprendentes resultados. Sólo quien haya tenido la suerte de estar con ella, sabe de lo que hablo y sabrá también que me quedo corta, que ella es mucho más de lo que cualquiera podamos llegar a decir jamás.
Elsa avanza cada día. Sigue siendo más bien seria y, de los tres, la más desconfiada. Tiene una fuerza sorprendente, se estira como si de una bailarina se tratase y mantiene tiesa su espaldita, imperturbable, elegantemente. También es impresionante la profundidad de su mirada y todo lo que te cuentan sus ojos.
Cuando se ríe desaparece el mundo y sólo puedes mirar como se transforman su boquita y sus ojos, como se abre su pecho, como espera todo su cuerpito la siguiente cosquilla, caricia, gracia. Y yo me muero de amor, es tan bonita mi niña chiquita, tan tierna… es un milagro y yo la madre más afortunada del mundo por tenerla, por tenerles a los tres.
Hoy es el día de todas las madres, pero desde hace casi siete años, desde que Gael comenzó a crecer en mi cuerpo, cada día es el mío y jamás antes había sido tan feliz ni había encontrado mi lugar en el mundo.
Mi mundo está en ellos, aunque haya más cosas, aunque disfrute con muchas otras cosas, sólo en ellos, con David, en familia, encuentro la plenitud y aunque tengo la suerte de haber recibido un delantal  precioso de Gael, una cajita impresionantemente bonita pintada por Naia y este poema de David, hoy y cada día, mi regalo son ellos.



Has llegado
a sentir el rumor del vientre.
Materia de hadas,
de atletas de la trigonometría limpia
de la noche.
Has llevado
lluvia
a la garganta
oscura del cometa,
y
arañado el cielo
húmedo de las palabras
santas.
A dónde vas
con el pecho en luz,
en esta noche
sin mar.