jueves, 21 de noviembre de 2013

La espera






















Llevo mucho tiempo sin escribir. Por más que me lo propongo siempre hay algo que dilata ese momento de recapitular fotos, novedades, palabras o historias nuevas. Y al final pasan los días, las semanas y los meses y parece que lo único que hay es silencio. Pero detrás de la falta de noticias los días son de una intensidad extraordinaria y los niños no paran de crecer y sorprendernos.
Llevan unas semanas en las que parecen haberse encontrado al fin y aunque se sucedan los gritos, las peleas y las provocaciones mutuas, es impagable oír cómo ríen, se quieren y disfrutan juntos. Les encanta jugar a cocinar, con globos, a contarse cuentos o a construir fortalezas en las que se rodean de tooodos los peluches, que van, vienen, vuelan y vuelven de nuevo a su baúl.
Y pienso mirándoles que dentro de tres años, serán tres jugando, peleando, disfrutando y queriéndose como lo hacen ahora ellos dos. Y pienso también, de paso, que las dos semanas que quedan para que llegue Elsa serán las últimas de mi vida en las que esté embarazada, en las que tenga la suerte de sentir cómo crece una vida dentro de mí. Así que cada vez que se mueve, que tiene hipo, que aprieta mi vejiga o mis pulmones, siento que debo retener en mi memoria para siempre el prodigio. Porque es un auténtico milagro y un privilegio que sólo tenemos las madres y es algo tan breve en realidad que tenemos la obligación de conservarlo de alguna manera. Cada una a su modo lo hará. Yo he intentado escribirlo, pero sin éxito, porque no hay palabras, porque cuando piensas que lo único que te separa de tu hija eres tú misma, tu propio cuerpo, que a su vez en lo que te une a ella, caes en una especie de espiral extraña de la que cuesta salir. Tenerla tan cerca y a la vez tan inmesamente lejos, sentir que la conoces pero no ver sus ojos ni conocer su tacto es tan raro que a veces todo parece irreal. Ya han pasado casi nueve meses y casi no me creo que estoy a punto de tenerla en brazos por fin y que se cerrará un ciclo en mi vida.
Cuento las horas para sentir de nuevo cómo se rompe el pecho de felicidad. Sólo los hijos son capaces de hacerlo, sólo los hijos son la plenitud, la felicidad, la esperanza.


Elsa

No hubiera sabido pronunciarte.
Se hubiesen resbalado las eses por las comisuras.
Pero llegaste diciendo: Soy Elsa.
Y para qué más palabras, para qué más nombres
si las dos lo teníamos tan claro.
Me impresiona tu fuerza, la manera en que vibro contigo
y la forma que tienes de hacerme sentir invencible.
Serás lanza y escudo, el ser más poderoso
capaz de desatar tormentas, de separar las aguas,
de darle su forma exacta a las nubes.
Ya pesa el tiempo sin ti, ya te extraño
al otro lado de la duda.

Te necesito para completar el mapa de los sueños.