miércoles, 18 de diciembre de 2013

La niña poeta



















Les llaman niños poetas porque nacen mirando al cielo, como buscando estrellas que den respuesta a sus preguntas. Y el firmamento es la madre, que les recibe, les abraza, les da la bienvenida y consuela tras el duro viaje. 
Elsa -niña poeta- llegó desafiando lo establecido, a la contra, a las 4:26 de la madrugada del 8 de diciembre. Vi salir su  carita y luego su cuerpecito de apenas 2,800 gramos y 48 centímetros, la abracé, limpié y corté su cordón cuando dejó de latir. Lloró con fuerza y luego, en mi pecho, se calmó.
Han pasado ya diez días desde aquel momento y a estas alturas no dejo de preguntarme de dónde puede salir tanto amor. La miro, la beso, la abrazo y no termino del todo de creerme que ya esté aquí, que sea ella quien respira y late y le da más sentido a mi vida. Ahora que todo pasa tan deprisa, intento apresar cada momento sin conseguirlo, quiero fijar cada instante en la memoria, no perderme nada, pero pasan las horas y lo que ocurre en un momento se diluye en el siguiente. Y ella crece un poco más cada minuto y Naia se ve de pronto enorme y Gael todo un muchachito, y se trastocan referencias, tiempos, prioridades...
No quiero perderme nada, quiero estar siempre para ellos, con ellos, los cinco creciendo, aprendiendo a vivir y mirando juntos, como los niños poetas, a las estrellas.

jueves, 21 de noviembre de 2013

La espera






















Llevo mucho tiempo sin escribir. Por más que me lo propongo siempre hay algo que dilata ese momento de recapitular fotos, novedades, palabras o historias nuevas. Y al final pasan los días, las semanas y los meses y parece que lo único que hay es silencio. Pero detrás de la falta de noticias los días son de una intensidad extraordinaria y los niños no paran de crecer y sorprendernos.
Llevan unas semanas en las que parecen haberse encontrado al fin y aunque se sucedan los gritos, las peleas y las provocaciones mutuas, es impagable oír cómo ríen, se quieren y disfrutan juntos. Les encanta jugar a cocinar, con globos, a contarse cuentos o a construir fortalezas en las que se rodean de tooodos los peluches, que van, vienen, vuelan y vuelven de nuevo a su baúl.
Y pienso mirándoles que dentro de tres años, serán tres jugando, peleando, disfrutando y queriéndose como lo hacen ahora ellos dos. Y pienso también, de paso, que las dos semanas que quedan para que llegue Elsa serán las últimas de mi vida en las que esté embarazada, en las que tenga la suerte de sentir cómo crece una vida dentro de mí. Así que cada vez que se mueve, que tiene hipo, que aprieta mi vejiga o mis pulmones, siento que debo retener en mi memoria para siempre el prodigio. Porque es un auténtico milagro y un privilegio que sólo tenemos las madres y es algo tan breve en realidad que tenemos la obligación de conservarlo de alguna manera. Cada una a su modo lo hará. Yo he intentado escribirlo, pero sin éxito, porque no hay palabras, porque cuando piensas que lo único que te separa de tu hija eres tú misma, tu propio cuerpo, que a su vez en lo que te une a ella, caes en una especie de espiral extraña de la que cuesta salir. Tenerla tan cerca y a la vez tan inmesamente lejos, sentir que la conoces pero no ver sus ojos ni conocer su tacto es tan raro que a veces todo parece irreal. Ya han pasado casi nueve meses y casi no me creo que estoy a punto de tenerla en brazos por fin y que se cerrará un ciclo en mi vida.
Cuento las horas para sentir de nuevo cómo se rompe el pecho de felicidad. Sólo los hijos son capaces de hacerlo, sólo los hijos son la plenitud, la felicidad, la esperanza.


Elsa

No hubiera sabido pronunciarte.
Se hubiesen resbalado las eses por las comisuras.
Pero llegaste diciendo: Soy Elsa.
Y para qué más palabras, para qué más nombres
si las dos lo teníamos tan claro.
Me impresiona tu fuerza, la manera en que vibro contigo
y la forma que tienes de hacerme sentir invencible.
Serás lanza y escudo, el ser más poderoso
capaz de desatar tormentas, de separar las aguas,
de darle su forma exacta a las nubes.
Ya pesa el tiempo sin ti, ya te extraño
al otro lado de la duda.

Te necesito para completar el mapa de los sueños.



domingo, 11 de agosto de 2013

Y Elsa















La última vez que escribí en el blog mis palabras guardaban un secreto. Y mi vientre. Hacía tan solo dos días nos habíamos enterado de que seríamos papás de nuevo. Es una niña que nacerá a principios de diciembre y se llamará Elsa. Por entonces hará seis años que comencé a escribir en aquel primer blog dedicado a Gael. Han pasado tantas cosas desde entonces y el tiempo es tan escaso que cada vez me cuesta más dedicarme a contárselo tal vez a nadie. Comencé este proyecto con una idea clara, la de resistir al olvido. Todos esos momentos emocionantes que te juras una y otra vez que no se borrarán de tu mente, de pronto se van difuminando. Otros permanecen intactos y te llevan con exactitud a un momento, aparentemente carente de importancia, sin fuegos de artificio o de sorpresa pero repletos de cotidianidad y quizás por ello más hermosos. Yo comencé a escribir para que esas primeras palabras, pasos, emociones, no se perdieran nunca, para que ellos supiesen cómo habían llegado a ser quienes serán cuando lo lean en un futuro, pero sobre todo para que supiesen cuánto les he querido. Y me da rabia no estar cumpliendo con mi compromiso, no escribir al menos cada mes y contárselo porque quién sabe hasta cuándo la vida me permitirá escribir. No es que sobrevuele en mi cabeza la tragedia pero es tan frágil nuestra existencia que uno no puede permitirse el privilegio de creer que estará ahí al día siguiente para poder hacer o decir lo que no ha dicho o hecho hoy por "falta de tiempo" o de ganas.
Si algo tengo más claro cada día es que ellos son la verdadera razón de estar viva. Vivir para verles crecer y ayudarles a levantarse cuando las circunstancias les hagan tropezar. Una y otra vez. Estar ahí, siempre, para ellos. Y luego, cuando se encuentren, acompañarles, seguirles, apoyarles, tener tiempo suficiente para enseñarles a vivir con plenitud y a ser buenas personas. Es todo lo que le pido a la vida. 
Quedan menos de cuatro meses para que llegue Elsa. Creo que será muy distinta a Gael y Naia. Percibo  su energía desbordante y una vitalidad que me asusta un poco. Va a ser una niña muy fuerte. La imagino muy segura de sí misma, con un carácter explosivo y capaz de hacer cualquier cosa que se proponga. Hasta ahora tanto Gael como Naia han sido como cuando estaban dentro de mi. Gael mágico, hacia dentro. Naia es la alegría, la intensidad. A Elsa la imagino como un huracán, vital, inteligente, independiente. Los tres maravillosos, amados, necesarios para este mundo cada vez más feo. Ojalá logren arrancar un poco de desidia, un poco de miedo, un poco de injusticia, para hacerlo mejor para sus hijos.
Yo intentaré mientras tanto seguir contando con estas fotos y palabras cómo es nuestra familia, cómo comenzó todo y cómo es de grande nuestro amor.

miércoles, 10 de abril de 2013

Cinco años feliz
















Hoy cumple mi niño cinco años, mi Gael, que ya es todo un muchachito, un pequeño ser independiente que estira cada uno de los deditos de una de sus manos con orgullo y se siente taaaan mayor... 
Mi pequeño cachorro disfrazado de Ironman lleva toda la tarde haciendo misiones, derrotando a los malos, dejando volar su interminable imaginación y a nosotros se nos cae la baba viendo cómo se nos hace grande y un poco asustados de lo rápido que pasa todo, sorprendidos por cómo se mueven los astros y los sueños.
Este diez de abril ha sido especial, cada uno de los días que hemos celebrado el feliz momento en que nació ha sido único. Recuerdo con exactitud qué hacía a esta hora hace cinco años, apenas llevaba una hora en el mundo y movía sus manitas mientras nos descubría y lo miraba todo con los ojos increíblemente abiertos, como si se dijese a sí mismo qué era cada cosa que había allí, qué mamá, qué papá, qué su propio cuerpo. Luego se durmió y nos costó casi un día que se despertase. Recuerdo que estuve toda la noche intentando despertarle para darle el pecho y no había manera, ni con agua, ni con leves pellizquitos, ni vestido ni desnudo... nada podía con su tranquilidad y su sueño. 
Y qué vulnerables nos sentíamos ante lo desconocido. No había miedo, pero sí un ligero vértigo ante aquella criaturita adorable, ese precioso monillo que llegó a nuestras vidas para hacerlas mucho mejores, para hacer que nuestra existencia adquiriese su verdadera dimensión.