miércoles, 12 de diciembre de 2012

El doce del doce del doce




Hoy no es un día distinto, sin embargo siento la necesidad aunque estoy agotada de escribir aunque sea sólo uno y fuera de fecha, el post de diciembre. Mis niños crecen cada segundo y cada nueva palabra o logro es como un pequeño punto que se descose, que les descose de mí. 
Si hoy fuese el último día de nuestra existencia habría pasado con ellos sólo una hora y eso es terrible. Nada merece la pena lo suficiente como para tirar por la borda mi tiempo con ellos, sin duda el más pleno y valioso de mi vida. Si fuese el último día, habría sido absurdo intentar mantener el orden de las cosas, las llamadas, los mails, el tiempo en el coche escuchando música vacía. Todo tiempo desempleado en lo único que merece la pena que es quererles, hacerles felices, acariciar sus cabecitas y besarles hasta sentir que duelen los labios. Abrazarlos y apretarlos contra el pecho y hacer que desaparezca el mundo con sus miserias. Sólo ellos, yo, la vida por delante, aunque sólo nos quedase un segundo de eternidad.
Y ahora aquí, hablando de ellos pero sin ellos. Ellos con su leche y sus cereales y yo con mis palabras y las horas perdidas tirándome de los párpados. 
Pues abandono aquí las palabras, para qué más. 
Para qué sin su luz.

sábado, 10 de noviembre de 2012

De nuevo mis niños

 



















 
 
 
No he cumplido mi propósito para los 7 y 10 de cada mes. Desde la última vez que escribí parece como si el tiempo hubiese encogido. Y las ganas. No de hablar de ellos sino de hacer cualquier otra cosa que no sea estar con ellos o conmigo misma cuando menguan las energías. Pero no podía faltar más a mi cita. Sobre todo porque mi propósito cuando comencé a escribir fue que los que estaban lejos nos tuviesen más cerca, pero sobre todo para que ellos un día lo pudiesen leer y supiesen cómo fue su infancia, qué palabras decían, la música que les gustaba, sus sueños, sus travesuras... por si a mí me fallaba la memoria o no estuviese ya con ellos.
Pasan muchas cosas a lo largo del día, de los meses, demasiadas como para dejarlas escapar.
Gael me preguntó por mi madre. Yo le dije que no estaba y él me dijo que quería ir a su casita a dormir. Le dije que estaba muerta y comencé a llorar. Hacía mucho que no lloraba. Entonces él me dijo "Bueno mamá, no te preocupes porque yo voy a ir a buscarla, y voy a matar a tooooooodos los malos, a toooooos los monstruos que le han hecho daño a tu mamá y ya no va a a estar más morida. Y voy a hacer una fiesta y voy a llamar a tooooooodos los amigos y al abuelo y a la abuela y a todos los primos y los tíos y a toooooodos los vecinos y a los perritos y ya vas a estar más contenta, ¿vale mamá?" Y se llevó la pena.
Naia va a la escuela del abuelo. Una vez que aterriza en casa del "Alelo", antes "Lolo", desayuna prolongadamente para prepararse para su ruta donde pasa por el parque, los conejitos y el águila Iris, los Aspitos, otro parque, los gatos chinos del chino, el paraguas de chocolate de Mickey Mouse, otra vez los conejitos. Luego llega a casa, pincha el palo del paraguas en una maceta donde ya se acumulan más de treinta palitos y a seguir con la enseñanza, las fotos, la música, la pintura y Mira que eres linda adornando la mañana mientras observa todo desde su mano, el cocodrilo que siempre la acompaña desde que se lo regalase la tía Sagrario.
Gael es ahora futbolista y cada semana le llevamos a entrenar al Club de Fútbol de Yuncos, donde mañana mismo debutará en la categoría de Chupetines. Aquello es todo un espectáculo y aunque le dejamos hacer, creo que este deporte no es lo suyo. Él baila en mitad del campo ajeno a la pelota que pasa por delante de sus pies. A veces la coge y corre hasta la portería contraria donde se para y espera a que otro se la quite para no tener que dar el siguiente paso. Balones fuera y a otra cosa, mariposa. Pero él dice que disfruta, así que ahí estaremos cada día hasta que le guste más otra cosa.
Naia canta. Cada día dice más palabras. Lo que es marrón, Nana, lo que es negro, Ilde. Da lo mismo que sea perro, caballo o mesa. Ella lo tiene claro. Su ídolo, después de su "codrilo" es "Titi" Mouse. Te pregunta si en el pañal tiene "Pi" o "Tata, jjjjjj". Cuando tiene sueño es "Teta y amir abiba". Le encanta la sopa "popa", la leche "lele", el chocolate "totate" y le encanta estar bonita con su kiki "titi", que de ninguna manera deja que le toques una vez hecho, y que va mostrando con gran orgullo para que le digas lo guapa que está. Imita a los animales y cuando en su lista onomatopéyica llega alguno que no recuerda, te dice un simple No, y a por el siguiente. Sus favoritos el gato, el caballo, el perro y el gallo.
Este mes pasaré muchos días fuera de casa. Mañana a Varsovia y, a la vuelta, a Santander, y será muy duro porque necesito llenar cada día de ellos. Porque les adoro, porque son lo más bonito de mi vida y cada segundo sin ellos es tiempo vacío.
Hoy me empacharé de mis niños para que me dure su calor hasta la vuelta, ahora que todavía se dejan.
 

lunes, 13 de agosto de 2012

Los mundos de Gael















Se levanta reclamando acceso a su mundo de fantasía donde Spiderman es el rey y tiene como súbditos también a personajes como Sonic, Mario y todos y cada uno de los pajaritos del Angry birds. No importa el dispositivo, si es más grande o pequeño, si se maneja con un dedo, con un mando o con la mente. El lo aprende, lo controla y te deja boquiabierto con esa parece que innata habilidad para acabar venciendo y superarse.
Cuando la cosa se le complica acude a su padre "Papá, me pones la consola pero no se lo decimos a mamá, que no me deja y se enfada". Mamá es la mala de todos los cuentos, de todas sus aventuras. Le cuento hasta tres y al dos ya ha dejado lo que sea, con el consiguiente cabreo y vuelve de nuevo al mundo. Le invito a que cocine conmigo, a que sea mi asistente en la compra o en el cambio de pañal de Naia, algo que le hace insólita ilusión, mientras cantamos el Sapo Pepe o bailamos el Minué.
A veces se pone a hablar como un lorito con su cada vez más amplio y sorprendente vocabulario y utiliza grandes palabras que aún no sabe usar y acaba diciendo cosas como "Papá, te permito que tengamos una tortuga" y así un disparate tras otro. Es realmente divertido.
También ha comenzado a jugar con su hermana a la que persigue, divierte y agobia hasta la extenuación. Entonces ella chilla como una loca y él satisfecho de su fechoría, se parte de risa.
Otras veces la abraza y da besos o le dice "Te quiero mucho mi niña" y yo me muero de amor porque no se puede ser más adorable.
Cada noche en la camita me dice "Mamá ¿me das mimitos por favor?" Entonces le acaricio, me encanta ver cómo le gusta especialmente cuando me entretengo en su pelo y su carita y luego nos damos la manita hasta que se queda dormido.
Está siendo un verano tranquilo, perfecto para disfrutar de ellos lo que no he podido hacer el resto del año. Cuando me preguntan que si no me voy a ningún sitio lo único que soy capaz de pensar es que cada vez que estoy con ellos me voy a un lugar lejano, a otro mundo también. Ellos son mi paraíso y el lugar donde más feliz me siento.

martes, 7 de agosto de 2012

Los primeros pasos














Acaba de comer un yogur y ahora está completando el desayuno con unas cuantas galletas. De fondo la música oída hasta la saciedad que su hermano llamó en su día tetete. Aunque a ella no le hace falta. A ella le llega la música desde dentro, se pasa el día cantando su cumpleaños feliz en distintas versiones y, de no ser porque soy testigo de todas ellas, no me lo creería si me lo contasen porque la cantidad de matices, entonaciones y sentidos que es capaz de darle a cada una es realmente increíble.
El día de mi cumpleaños decidió hacerme el mejor regalo: sus primeros pasos. Tardó una semana más en lanzarse del todo pero qué emoción dios mío, ver que por fin conquistaba la bipedestación. Ahora va borrachita de un lado a otro sin parar, resplandeciendo, tocándolo todo. Le encanta el agua, bañarse en la piscina y se lanza temeraria a salpicar, a sumergirse, como si no existiese el miedo.
Sigue comiendo muy bien y las lentejas y el puré de mamá es lo que más le gusta, amén de las patatas fritas, que le vuelven loca.
Ella habla sin parar en su idioma entre el que pueden entenderse siempre Lula, Ilde y Nana, agua, más, mamá, papá y un "Hola ..ael" que lo mismo vale para su hermano que para su primo. También ha cogido aficción a decir No por sistema a prácticamente todo lo que le digas pero de una manera muy simpática y provocadora. También llevando la contraria es un encanto.
Le gusta mucho pintar y jugar a recoger al ritmo de A guardar, canción que también canta con una gracia sin igual. Abraza y da besos como nadie. Se acerca, te agarra la carita con suavidad y te planta un besiño. Indescriptible momento. Inmejorable.
Su pelo, tal como auguraba ya desde que estaba en la barriga, es manifiestamente rizado y se le forman unos caracolillos por detrás que quitan el sentío. Qué pena que mis habilidades como peluquera sean inexistentes. Aun así lo intentaré, porque con lo linda que es mi princesa, merece todo mi esfuerzo para que no parezca que cada día la ha peinado un padre, con todo mi respeto a los padres, en especial a los que sí saben peinar.
Mi niña sólo tiene un defecto y es que chilla con una intensidad y a un volumen que la hacen a veces ligeramente insoportable. Magnífica defensa contra los constantes ataques de su hermano que no para de chincharla pero... ¡puf! esto es para vivirlo. Por lo demás, sigue siendo un diez. Mi niña es un diez absoluto y sigue siendo el mejor regalo cada día, el más dulce, el más intenso, el más alegre, el que más feliz me hace.

jueves, 28 de junio de 2012

Coquito y Puchi


















Jamás había estado tanto tiempo separada de ellos. Ha sido un mes difícil en el que he tenido que prescindir demasiados días de despertarme a su lado, olerles, abrazarles, calmar su llanto, su hambre, sus desvelos... Demasiados días añorándoles, escuchando sus vocecitas al otro lado del cable, tiernas, adorables, lejanas.
No me han quedado ganas de escribir, tan sólo de estar con ellos, de empaparme de todas esas cosas cotidianas que uno echa más de menos. Apenas he hecho fotos. Me he limitado a estar para ellos, a estar, respirar, latir por ellos, con ellos. Y apretarlos contra mí, besarles, empaparme de ellos, sentir de nuevo la plenitud.

Gael ha terminado su primer año de cole y disfruta de sus primeras e interminables vacaciones de verano. Es adicto a los videojuegos y lo cierto es que es increíble verle jugar. Ya es un niño, me digo, ya no es mi pequeño. Ahora él quiere decidir sobre su vida y pretende imponerse, y cuando le llevas la contraria se enfada, grita, patalea, se revela ante ti hasta que desaparece toda efervescencia y sale, de entre las llamas mi pequeño, tierno, cariñoso Coquito. No sé de dónde vino el nombre, creo que comenzó siendo Cucú-Cucusito-Cuquito-Coquito de mi amor. Cosas absurdas de madre cuando el amor no encuentra nombre exacto y tiene que rebautizar las cosas. Pero mi niño, lleva siendo Coquito desde que era un bebé y creo que nunca dejará de serlo.
Sabe escribir su nombre, conoce su dirección, sus apellidos y habla ya a veces como si fuese una persona mayor y yo me derrito cuando se dirige en tono entre condescendiente y enamorado a su hermana "Ay mi niña, qué bonita eres". No se puede ser más maravilloso.

Naia sigue cantando cumpleaños feliz sin parar, se pone sola de pie y camina cogidita de la mano. Tiene ya ocho dientes y cuatro muelas y come con extraordinario placer cuantas viandas le des a probar. Le fascinan los animales, en especial Nana, por quien siente auténtica devoción y la llama sin parar esté o no esté a su alrededor. Grita exageradamente cuando algo no es de su agrado pero en el momento que desaparece su malestar emerge su alegría sin límite y lo llena todo como de improvisada primavera. Saca, o eso creo, lo mejor de mí. La mejor versión de mí misma o al menos la más feliz de todas.
Naia es Puchi. Tampoco sé por qué pero al igual que Gael, parece que de entre los millones de nombres que pudimos haberles puesto y aún habiendo dos nombres tan precisos para ellos como son Gael y Naia, parece que se les quedan pequeños y siento la necesidad de renombrarles.

Así Coquito y Puchi llenan mis días y mis noches, mis sueños, mis esperanzas. Son todo lo que un día pude desear de esta vida.