Naia me ilumina. Ella deslumbra en cuanto hace, su capacidad de entender y procesar las emociones propias y ajenas es extraordinaria. Su bondad, su alegría, el punto de locura que le añade a todo y su nobleza te dejan sin palabras. Ella ve más allá de lo visible. Naia adivina, engrandece, siempre suma.
La verdad está en sus ojos. Y la esperanza.
Naia es otra cosa.
Gael es la repuesta. En él mis miedos y mi esperanza. De alguna manera yo fui igual, en un cascarón de silencio. Todo parecía bien simple desde fuera. Dentro estaban la tormenta y la paz.
Poco a poco va rompiéndose, haciéndose permeable a la caricia, a la música, al encuentro.
Yo le espero, le abrazo, aún le acuno y me dejo sorprender por su lógica aplastante, por su capacidad de simplificar a veces las cosas o de polizarlas.
Y por su ternura. Agazapada. Sobresaliente.