Lo más bonito del Otoño fue sin duda la visita de mis amigas del alma, Cris y Eva. Mas de treinta años de amistad y un sinfín de momentos que han desembocado en la persona que soy, con ellas, gracias a ellas. Cris, mi primera y desde entonces mejor amiga cuando cambié de colegio, es una de las personas mas buenas y nobles que me he encontrado en la vida. Una de mis personas clave. Un refugio.
Eva llegó un poquitín mas tarde pero las charlas sublimes, nuestras mil aventuras y su bondad, su entrega, su ingenio se han quedado en mí para siempre y no importa lo que pase, el tiempo o la distancia. Ahí estaremos siempre la una para la otra. Siempre.
No pudieron venir Arancha y Égica, las que faltan del quinteto. A veces daría lo que fuera por volver a aquel nosotras adolescentes, incompletas, feroces, juntas. Mis chicas. Mi tesoro.
Tenerlas aquí, con Alber, otro grande, y Sergio, nos devolvió a todos un poco de quienes fuimos desde el somos de ahora. Un fin de semana que prometía ser legendario y que superó las expectativas. No puedo estar más agradecida.
Ojalá mis hijos tengan la suerte que he tenido yo encontrando y eligiendo mis amigos. Ojalá sepan quedarse con los buenos, dejar ir a los que solo restan. Ojalá aprendan a ser generosos y escuchar, ojalá aprendan con ellos a dar y recibir, a protegerse, a engrandecerse, a decirse las verdades con cariño. Ojalá aprendan a divertirse sin dañarse y, si se dañan, que aprendan a cuidarse y a acompañarse unos a otros.
Ojalá logren, como yo, conservarlos.
El resto del Otoño ha sido amable y convulso a la vez. Algo incómodo, de decisiones difíciles, catártico, hermoso, bienvenido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario