Este año me ha traído de vuelta a España en febrero, abril, junio, septiembre y octubre. Todo un record desde que nos vinimos a vivir a Cambridge. He vuelto a los lugares de mi vida, a muchos de ellos, a los más importantes. He vuelto al abrazo de mi hermana, mi padre y mis tíos. He vuelto a los amigos de siempre y he conocido gente nueva.
He vuelto a Santander después de nueve años y me he empapado de su olor, de sus calles, de su hermosísima bahía y de mis propios recuerdos.
A Córdoba, sus naranjos, sus campanas y su luz.
Y he vuelto a Nayagua. La ultima vez que la pisé Naia estaba dentro de mí. Fueron las navidades antes de nacer. Desde entonces no había vuelto. Fue emocionante, algo ajeno, pero realmente inolvidable, volver con mi hermana y con los niños al lugar donde viví los momentos más felices de mi vida. Tantos recuerdos, tantas sensaciones y palabras que se agolpan, imposibles de pronunciar. Solo eso, una palabra, Nayagua, lo resume todo.
He vuelto también a mi abuelo, una y otra vez. Y no deja nunca de ser un regalo, un prodigio, saberme parte de él, traerle de nuevo a mí cada vez que lo nombro. Su huella imborrable en cada uno de mis pasos.
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