Naia va de brazo en brazo, de beso en beso con si fuese un dulce corderito en una función navideña infantil. Se deja querer y sonríe siempre a quien la mima. Ahora ya no llora cuando se enfada, comienza con una sarta de pedorretas que van tomando intensidad en función de su enfado pero todo acaba de nuevo en un abrazo cuando la coges, porque sí, mi niña, tan pequeña, abraza. No es casualidad, no es algo innato, mi niña, que es la cosa más linda que pisa este mundo, me abraza porque me quiere y lo hace con la misma necesidad con que yo la abrazo a ella, y con el mismo amor. Estamos hechas la una para la otra y por eso se me caen las lágrimas cuando la miro, y por eso ella se ilumina cuando me ve aparecer y patalea cuando paso de largo y no poso sobre ella mi atención. Mi niña, que es un pozo infinito de alegría, ya "habla" y se entretiene con sus Baus y sus Babababa y Papapapapa y además cuando está en el carrito y acercas las manos a sus piececitos comienza un divertidísimo y frenético baile con lenguafuereo incluido que es para morirse de risa. También ella tiene su inspiración en su hermano y haga lo que haga hace que Naia se tronche y ría a carcajadas hasta que le da hipo. Gael se ríe, ella se troncha, Gael se tira al suelo, ella se troncha, Gael hace una pedorreta, se troncha, le mete las manos en la boca, se troncha, hace impactar su carrito contra la pared... se troncha. Mi niño también es fuente de felicidad para Naia.
Soy feliz, más feliz de lo que he sido en mi vida y se lo agradezco a todos los que me quieren, a todas esas personas que forman parte de mí y aunque nos veamos más o menos, hacen que me sienta afortunada por haber compartido conmigo una parcela de sus vidas.
Soy feliz porque no le puedo pedir más a la vida, porque tengo la familia más maravillosa del mundo y ese es mi mayor tesoro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario