Cierro este incatalogable año con algunas certezas e innumerables dudas, repleta de amor, inspirada. Lo despido con cierta pena, ha sido un año duro pero extremadamente generoso conmigo. Ha sido, francamente, una sorpresa.
Para los niños ha sido también un año crucial, de cambio. Gael, encaminándose hacia el maravilloso hombre que será, me ha dejado alguna de las conversaciones más sublimes que jamás he tenido, nos hemos presentado como individuos, no como madre e hijo, y es maravilloso conocernos.
Creo que esto era lo que yo quería cuando pensaba en ser madre. No la etapa de bebés ni más adelante cuando son todo ternura. Era esto lo que veía; a mis hijos compartiendo quiénes son conmigo, sin miedo, sin reparos, libres y valientes. Ese es el mayor éxito de mi vida, haber traído a este mundo tres seres humanos maravillosos que sé que marcarán la diferencia, que serán honestos y leales, que trabajarán duro y serán buenas personas.
Las niñas, pura luz y alegría. Unidas, fuertes, divertidas, inteligentes. Un absoluto regalo.
David surcando la vida entre el trabajo y sus bicis, ha vivido un mes muy importante. Un merecidísimo Game Award por Hellblade 2, viajes, galas, jet lag... Ya en casa, procesándolo todo, agotado y orgulloso.
Me queda agradecer a diciembre cada segundo de felicidad, cada uno de los besos y los abrazos, la oportunidad de seguir descubriendo y descubriéndome.
Gracias, 2024, por haber elevado mi vida, mi amor y mi nivel de conciencia.
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