Está a mi lado, con un elefante morado entre las manos que explora con entusiasmo. Esta noche apenas nos dejó dormir, no quería quedarse en la cuna ni hacer nada que no fuese quedarse pegada al pecho de mamá. No hay noticias de dientes nuevos ni de enfermedad, parece que por fin después de un mes estamos todos sanos. Ahora me cuenta cosas babá, uae, holaaa, mamá, tatata, mientras aprieta las patas del paquidermo, del que salen mil sonidos.
Han sido días extraños para ella, la gente, las luces, los regalos, el tenernos en exclusiva... Y ya ha pasado todo, tiene diez meses y yo sigo deseando que el tiempo se pare para no perderme ni un solo segundo de su alegría. Es una niña tan buena, tan simpática y luminosa que te hace caer en su embrujo con solo mirarte y sonreír. Es la máxima expresión de la bondad y la felicidad y ni siquiera las noches en vela hacen sombra a las infinitas cosas buenas que nos trajo Naia. Hoy dejo el resumen, un día más tarde, de su último mes, las primeras luces, su primera fiesta en la guarde disfrazada de mamá Noel, los primeros reyes y el primer sol de enero. Para mi, el regalo sin duda, ha sido ella.
Qué cuñada tan maravillosa tendrá Ana. Besos emcionados.
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