Ha pasado otro mes y Naia cada día es un ser más delicioso, lanza grititos por doquier modulando su almibarada voz, saca la lengua a modo de radar de sabores, temperaturas e incluso sonidos. Sonríe siempre, incluso cuando ha estado malita con infección de orina, y te alegra la vida cada vez que la miras. Es tan buena, un ser tan puro y bondadoso, tan lleno de luz... No sé si alguna vez podré explicar lo que siento cuando les miro, lo infinitamente feliz que me hace su existencia, la plenitud que inunda mi pecho cuando les acaricio y les beso y les doy hasta la última gota de un amor que afortunadamente resulta interminable y es cada vez más intenso. Supongo que esto es lo que significa ser madre y por ello tengo la absoluta certeza de que jamás haré nada mejor ni más grande que haberles dado la vida.