No me puedo creer que ya haya pasado una semana, estos días están siendo tan intensos que la noción del tiempo parece haberse perdido en un universo paralelo al nuestro que nada entiende de noches en vela, ni horas ganadas mirando a una criaturita milagrosa y perfecta que concentra todas las cosas bellas de este mundo. No existe en esa otra vida un niño maravilloso que acaricia y besa a su hermanita sin cesar y quiere regalarle sus coches -nadie sabe hasta qué punto sus tesoros- y se pone triste porque su Naia no los agarra y piensa que no los quiere. Le explicamos que no sabe aún cogerlos, que es pequeñita y se conforma. Dice que se los dará cuando crezca. Y luego, cuando la oye llorar dice "No llores, no llores mi niña, que mamá está aquí". Sobran las palabras.
No cabe en ese ni en otro mundo más amor ni más felicidad que la que hay en esta casa y que crece, como nuestros pequeños, cada día.
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