martes, 30 de septiembre de 2025

La luz al final del túnel
































En algunas culturas septiembre es el mes primero de un nuevo ciclo, un momento para recomenzar y darte la oportunidad de hacer aquello que no has podido o no te has atrevido a hacer hasta entonces. Es como enero, es como el día que naces y todo el mundo asume que porque tienes toda la vida por delante, harás muchísimas cosas, tantas que no sabrías ni por dónde empezar. 

A veces, solo a veces, miras atrás y te das cuenta de que no hiciste nada de lo que querías o que en realidad valga la pena, que sea realmente memorable. Mucha gente se da cuenta, por lo general tarde, de que no han hecho prácticamente nada, salvo sobrevivir. Han dejado que la vida apenas les roce y además lo han hecho con miedo.

Otras veces, aunque parezca que no has hecho nada, has hecho mas de lo que harás ya en lo que te queda de vida. Supongo que es cuestión de perspectiva. 

Si echo la vista atrás desde el pasado septiembre podría decir que, sin lugar a dudas, ha sido el año más sorprendente cuanto menos, desde que nací. Tan revolucionario que, en sí mismo, se pertenece, como una isla, un planeta orbitando en su propia gravedad, sin pedir explicaciones ni permiso, abriéndose paso, haciéndose posible a sí mismo. Sosteniéndose imperturbable, poderoso, inevitable.

Por eso no puedo ni siquiera decir nada de este mes o este año salvo gracias, supongo, por hacer que el viaje, aunque a veces lleno de dolor, merezca siempre la pena y llene mi tiempo y mi presente de sentido.

Y gracias, sobre todo, por permitirme mostrar siempre mi luz. Sé que para ello se requiere oscuridad y que nunca dejará de haberla, pero tampoco yo dejaré de ser mas luz cuanto más oscuro esté todo a mi alrededor. 

La luz al final del túnel soy yo en realidad.  

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