Ha comenzado por fin, con seis meses de retraso, a gatear. Llama a todos los perros Nana, señala las cosas con su dedito y te dice Mia, para que mires los prodigios que reflejan sus ojos con un entusiasmo del que sólo ella es capaz. Dice también casi Agua y entre carjacadas canturrea lo que parecía una especie de salmo que solo ella entendía y que era algo así como Yeye hoho. Cuando lo repetía unas tres veces, decía Bieeeeeeeeeeeeeeen y aplaudía como una loca. Hoy he descubierto que se trata de "Cumpleaños feliz" y cuando se la cantas se queda embobada y feliz y se pone a deleitarte con su propia y extraordinaria versión. Nunca tan manida canción fue tan melodiosa y bella.
Ya come de todo y disfruta como una auténtica Romero. Lo mismo le dan garbanzos, albóndigas o comida china. Todo lo saborea despacio, disfrutándolo, masticándolo un poco con sus siete dientes de ratoncilla, un poco con sus adorables encías de bebé.
También nos ha regalado momentos únicos acunando, besando y abrazando como si fuese una verdadera mami a su nueva muñeca. Es pura ternura mi princesa. Insisto en que es un diez y ni siquiera las monumentales rabietas que agarra de vez en cuando, sobre todo cuando no la coges en brazos porque estás haciendo otras cosas, pueden eclipsar la alegría que desprende siempre, la inmensa felicidad que es capaz de producir.
Mi niña es un tesoro, es un regalo, el mayor que haré o recibiré jamás.
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