En mi defensa diré que estos cinco días de retraso los he dedicado simplemente a quererle, a jugar con él, a dejarme escalar y perseguirle para comerle el culete, a deleitarme con sus maravillosas historias y a escuchar una y mil excusas de por qué sigue descargándose juegos en el móvil a mis espaldas. Chincha a su hermana, no come nada más que lo que le apetece y día tras día vuelve con el babi en su mochila en vez de dejarlo en clase. Hoy el yogur sin comer y la pelea de todos los días para vestirse porque está que se cae de sueño y en lo que le deja ver el medio ojo que abre siempre hay algo del modelo que he elegido para ese día que a él no termina de convencerle.
Hoy no quiso ir a una fiesta porque el cumpleañero en cuestión literalmente "Me tira pedorretas y no es nada pero nada amigo mío mamá" y claro él, que es muy suyo, iba a estar amargando al personal con su cara de pocos amigos, porque él sólo tiene tres y punto y el resto no le interesan lo más mínimo.
Ya queda poco para el verano, para la piscina, los juegos y todo el tiempo del mundo para dedicarles. Ya queda menos para que termine su primer año de cole y casi no puedo ni creerlo porque hace nada en su segundo verano, daba sus primeros pasos al ritmo de su tetete y hoy le gusta Michel Teló y canta y baila sin descanso María Caipirinha y habla ya casi mi niño como si fuera un niño mayor.
Cada vez todo pasa más deprisa y yo les voy perdiendo un poquito cada día, ganándoles un poquito también cada segundo, haciéndoles parte esencial de mí y de mi mundo, permaneciendo y dejándoles para siempre en la memoria.