Con un día de retraso por cada año que ha cumplido, por fin tengo un momento para hablaros de Gael, de su cuarto cumpleaños y de cómo se ha convertido en superzagal.
Me dijo "mamá, yo para mi cumpleaños quiero una camiseta de spiderman y un pantalón de spiderman y una gorra de spiderman y unos zapatos de spiderman que tienen luces y saltan hasta el cielo, así mamá (mi niño levanta sus bracitos), así mira mamá. Hasta el cielo". Y mi niño tuvo desde vasos hasta calzoncillos de Spiderman. Incluso un disfraz que venía con su relleno imitando a músculos y que despreció porque decía que le quedaba grande mientras se tocaba los abultados pectorales. "Que Spiderman no tiene músculos mamá y que yo quiero un disfraz sin músculos"
Gael habla a veces con la gravedad de un notario dando fe de un testamento, otras lo hace de manera dramática, desde "mamá límpiame el culo" hasta "dame una patata", dejándose la vida en cada palabra. Otras, provocador, busca la respuesta rápida acompañando sus frases con unos ojos de pillo que sólo con mirarle te dan ganas de hacer lo que pida e ir a perseguirle al fin del mundo si hiciese falta. Pero de todas las maneras que tiene de ser y de hablar el Gael que más me gusta es el que me responde entre tímido y orgulloso cuando le pregunto ¿Quién te quiere a tí?, "Mamá, más que nadie nunca"
Mi pequeño es un superzagal disparatado, tierno, caprichoso a ratos, precioso, adicto a la ropa y complementos, que cambia su modelo unas cinco o seis veces al día. Es adorable y generoso y de pronto un petardo que llora por la tontería más grande, pero detrás de todo y antes que nada es absolutamente mágico, desde su primera ecografía hasta ahora mismo, que le quita a su hermana de las manos un pegamento para que no se haga daño y viene a contarme historias maravillosas de coches, con sus zapatillas de Spiderman, con sus cuatro años, con todo el amor que es capaz de contener en su cuerpecito.
Feliz cumpleaños mi niño precioso. Te quiero, más que nadie nunca.