Elsa me ha comentado hoy sus dudas acerca de Papá Noel y el hada de los dientes. Dice que ya no tiene la misma ilusión pero sigue creyendo en ellos. Yo le digo que son, ambas, criaturas de amor y que, como todo en la vida, serán parte de ella mientras crea en ellos. Me lo dice en inglés, sus ojos color caramelo brillan y una vez más sin darse cuenta hace el mismo gesto que hacía mi abuela Lines -media sonrisa ligeramente arqueada hacia abajo, levantando los hombros y ladeando la cabeza-.
Elsa es dulce, ácida, generosa, atrevida, transgresora, divertida, libérrima. Elsa es una artista y estoy segura de que algún día se mostrará al mundo para enseñar cada ángulo de su prisma. Sorprendente, misterioso, brillante.
Naia vive para Beauty y es tan hermoso verlas juntas, trabajan tan duro la una con y para la otra, disfrutan tanto, se sienten tan a salvo la una en la otra que cada día tengo más claro de que esta aventura era el destino dándole a Naia su propósito en la vida. También su razón y su vehículo para esforzarse lo suficiente y lograr ser veterinaria. Le digo que lo visualice y que cada paso que dé sea para acercarla más a su objetivo. Estoy tremendamente orgullosa de ella, de su compromiso, de su bondad, de su sabiduría de niña con alma vieja. Ella sabe que sabe y no sabe de dónde le viene, pero sabe que es un don. Un gran don.
Gael va dejando atrás todo lo que fue hasta ahora y se presenta como un joven que busca su identidad, que se sorprende de sus virtudes, que no termina de creerse del todo lo capaz que es, pero empieza a intuirlo. De pronto ya es independiente, va solo en tren, sale con sus amigos, se responsabiliza de sus estudios, tiene el corazón contento...
Este es su año del cambio, su vida empieza ahora y nosotros nos vamos quedando atrás, poco a poco obsoletos, indignos de su atención. Volverá a nosotros ya hombre y me dejará abrazarlo de nuevo.