Todos
duermen y yo aprovecho los pocos minutos que tengo libres al día para
escribirles.
Hoy
es el día de la madre, una de esas fechas marcadas en el calendario para
asuntos más comerciales que familiares, pero que es una excusa tan buena como
otra cualquiera para querernos, disfrutarnos, vivirnos.
Ya
volví al trabajo. Hace dos semanas tuve que dejar a mi pequeña y la verdad es
que se me rompió un poco el corazón. Es tan chiquitita aún y nos necesitamos
tanto… tengo la sensación cuando vuelvo a casa de que me he perdido algo
importante, de que todo ese tiempo que paso sin ella me corresponde, que no hay
derecho a que tengamos que prescindir la una de la otra tan pronto y que desde
luego, nadie me va a devolver ninguno de esos minutos, que se convierten en horas,
que acaban siendo días.
Nuestra
vida de familia numerosa está siendo agotadora y hay momentos en los que la
casa parece una batalla campal, llena de cosas tiradas, rotas, gritos, heridos,
llantos… Recoges todo con amor, pones orden en ese maravilloso caos pero en tan
solo unas horas, de nuevo trabajas, compras, cocinas, bañas, tiendes, abrazas,
vistes, peinas y comienza todo de nuevo, un día tras otro. Y ellos creciendo,
haciéndose mayores. Gael, cada día más guapo y más listo y más petardo. Vive en
una queja continua. Da igual lo que haya, lo que venga, donde vaya o lo que
coma. No importa que sea lunes o sábado, que comamos, carne, pescado o pasta,
si el cielo es azul, o tiene nubes, o llueve, ni si la camiseta es roja, con o
sin estampado, el pantalón largo o corto, o si es invierno, primavera u otoño.
Él se quejará, siempre, sin parar. Llorará y soltará su “No queríaaaa…” y eso ya lo resume e incluye todo. Es realmente
desesperante a veces, pero se le pasará.
Naia
sigue siendo algo del otro mundo. Mi padre la llamó Bendición del Universo. Yo no hubiese encontrado una descripción
mejor. Ella es la Alegría con mayúsculas. Tiene una gracia, una ternura y una
inteligencia fuera de lo común y cada instante con ella es un auténtico regalo;
el mejor que alguien pudiera recibir jamás. Continúa haciendo sus bailes tronchantes en los que da vueltas y vueltas con los ojos virolos mientras grita
“Soy libreeeeee”. Y luego viene
corriendo, te abraza y te espeta “Eres mi mejor amiga” o cuando ve algo dulce,
dice ella aún más dulce “Ayyy, qué
monoooo”. Y le gusta todo lo rosa y brillante y se pinta los labios con
cualquier cosa y dice “Ya tengo sirena” mirándose,
remirándose, sintiéndose preciosa. Habla y habla sin parar, en delirantes
discursos en los que hila que te hila las palabras con sorprendentes
resultados. Sólo quien haya tenido la suerte de estar con ella, sabe de lo que
hablo y sabrá también que me quedo corta, que ella es mucho más de lo que
cualquiera podamos llegar a decir jamás.
Elsa
avanza cada día. Sigue siendo más bien seria y, de los tres, la más
desconfiada. Tiene una fuerza sorprendente, se estira como si de una bailarina
se tratase y mantiene tiesa su espaldita, imperturbable, elegantemente. También
es impresionante la profundidad de su mirada y todo lo que te cuentan sus ojos.
Cuando
se ríe desaparece el mundo y sólo puedes mirar como se transforman su boquita y
sus ojos, como se abre su pecho, como espera todo su cuerpito la siguiente
cosquilla, caricia, gracia. Y yo me muero de amor, es tan bonita mi niña
chiquita, tan tierna… es un milagro y yo la madre más afortunada del mundo por
tenerla, por tenerles a los tres.
Hoy
es el día de todas las madres, pero desde hace casi siete años, desde que Gael
comenzó a crecer en mi cuerpo, cada día es el mío y jamás antes había sido tan feliz ni
había encontrado mi lugar en el mundo.
Mi
mundo está en ellos, aunque haya más cosas, aunque disfrute con muchas otras
cosas, sólo en ellos, con David, en familia, encuentro la plenitud y aunque
tengo la suerte de haber recibido un delantal precioso de Gael, una cajita
impresionantemente bonita pintada por Naia y este poema de David, hoy y cada
día, mi regalo son ellos.
Has
llegado
a
sentir el rumor del vientre.
Materia
de hadas,
de
atletas de la trigonometría limpia
de
la noche.
Has
llevado
lluvia
a la
garganta
oscura
del cometa,
y
arañado
el cielo
húmedo
de las palabras
santas.
A
dónde vas
con
el pecho en luz,
en
esta noche
sin
mar.