Estaba esperando a que llegase el buen tiempo para ponerse, por tercer año consecutivo, su uniforme "de español". Así que hoy, que hacía bueno y había barbacoa, tíos y primo Nico gallego, ha decidido que era el día ideal para estrenar la temporada primavera-verano. El conjunto le ha quedado raro pero a él le da lo mismo porque ha estado toda la tarde jugando a ser un crack, de la mano del tío Lucas, que hoy tenía a sus dos pequeños aprendices juntos y a su servicio.
En este último mes, cumple de Naia de por medio, en el que han ocurrido tantas cosas, alguna muy mala, como el ingreso de David por la meningitis, he pensado mucho en cómo es nuestra vida. Estoy, aunque ya lo estaba, cada vez más convencida de que los mejores días de mi vida tendrán lugar en estos años, en los que ellos están aprendiendo a ser y yo tengo la suerte de acompañarles.
Para mí, cada caricia suya es un regalo, cuando me coge la mano y me dice ven mamá, vamos a hablar y me cuenta historias disparatadas e increíbles, tremendamente inocentes, y veo cómo su vocabulario crece cada día y se emociona cuando algo le gusta y lo hace todo tan bello...
Cuando me asomo a esos ojazos limpios y soy capaz de leerlos y sorprenderle y él me corresponde con vaharadas de ternura, como diría mi abuelo.
Es un niño maravilloso y espero que ese caparazón tras el que a veces se oculta, vaya desapareciendo poco a poco para que al final pueda ser él, sólo él. Con toda su luz. Con toda su magia.